miércoles, 30 de noviembre de 2016

Recuperando viejos textos....



Caleidoscopio

Escribiré un texto sobre la nostalgia, donde esa palabra no aparezca ni una sola vez. Todo será la atmosfera, el olor a salitre de la playa fría, la soledad azul de tardes vacías con el ruido vaporoso de la ciudad.
¿Para que me sirve la voluntad?
Observo las paredes blancas. Lucho. Lucho contra su plasticidad. Están mojadas de ausencia. Asisto a este entierro de lo cotidiano, nocturna. Espero la procesión ancestral de fantasmas que me posee cada noche. Todos son el mismo hombre…los recuerdos.
Veo mi realidad de muros pálidos que carecen de naturalidad. Me hundo en ellos como una muñeca plástica, refugiada en una construcción de látex .Lleno los muros de fotografías. Cubro cada esquina para taparle el paso a la desesperanza. Es inútil. La mujer de la fotografía lleva carmín sobre los labios, sonríe. El hombre que se encuentra junto a ella tiene la mirada triste. ¿Ella se habrá preguntado si tiene derecho  de intentar borrar ese rasgo de dolor sobre su rostro? La chica de la foto se parece a mí, pero ella es feliz.
A la izquierda ésta el calendario 2009 que mi abuela me ha comprado. Junto a los girasoles que no son de Van Gogh, esta impreso en letras verdes “la confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito” ¿acaso la vida es solamente esto?...
Quiero quitarme la piel y arder, darte mi esqueleto en una cajita de cristal. Quiero borrar cada palabra que me he tatuado y ponerla sobre tu lengua, envuelta en papel de arroz.
Abro la puerta ya es la hora, la soledad debe estar cansada de esperarme.
Afuera, en el pasillo ha aparecido una catedral. Hombres sin rostro me han dicho que guarda todo el oro del mundo ¿Por qué no se han llevado toda la miseria?
 El ambiente se ha enrarecido. Se percibe un olor agrio.
Quiero salir a la calle y ver los autos siendo peces dentro de un enorme lago. Quiero pisar el asfalto e incrustarme a él como un crustáceo, gritar tu nombre, mirar bajo las rocas y contemplar los alacranes.
Los naranjos están llenos de ti. La escarcha esta llena de ti. La lluvia se llena en ti. Los ataúdes te proclaman.  Mis muslos se han manchado con tu nombre.
¿Qué parte de mí te pertenece? ¿Acaso soy una estadística en tu vida? ¿Tu eres en mí solo el hombre numero 2, el 3 o el 4? ¿Puedo decir que te he besado 3547 veces? ¿Qué sentido tendría ahora decir que he tenido 16 orgasmos?
¿Donde estoy? Corro. Sigo las vías del tren, que pasan frente a la catedral. Seres grises, con mirada acuosa me invitan  al ultimo vagón. La tristeza se desprende del ala de un pájaro. La sangre me salpica, me golpea. Decido subir el primer escalón, mientras las piernas aun me tiemblan.
El tren retrocede a -10 km/hrs. Esta maquina y yo somos presas de la lentitud.
Los pasillos están plagados de imágenes. Algunas incluso parecen absurdas:
Los ojos de un hombre que por fin sonríen, él ayudando a la chica a pintarse las uñas de color rojo dinastía. Manos. Texturas de manos. Relieves como puentes, mirlos brazas o acuarios. Caricias. Estatuas de piedra y estatuas humanas. Estanques. Murallas. Arboles sepultados bajo la nieve. Arboles resplandecientes en fríos días de sol. El hombre ayudando a la chica a calzarse las botas. Labios de “corporeidad mortal y rosa” tardes de gritos, de llanto. Tardes de risa silenciosa. Encajes enredados por la piel. Una horda de sombrillas multicolores brilla como una constelación, como planetas agrupados, coronados por polvo, por finas gotas espaciales y brillantes.
Entonces, me concentro en esa última imagen: él sueña que sueña junto a la chica, sueña que ella lo despierta de ese sueño para acostarse junto a él. La besa, la acaricia, la aprieta contra sí, pero ella no le oye. Es la misma chica de las fotografías, incompleta, sin ángulos ni dimensiones. Escucho el crujir de algo. Algo se rompe. La hendidura en la muñeca del modelo para armar. Raja oscura y chorreante. Cierro los ojos. Recuerdo un poema de Garduño:
...Porque sin ti la vida
es un ataúd cotidiano,
porque sin ti no habrá palabras
para callar y olvidar tanto recuerdo...”
Observo las paredes verdes, rosadas, azules o amarillas. Y a 9000 km esta amaneciendo.

Desgarradura



Poesía Beat. Colección visor de poesía. Madrid 1977

La poesía beat nace desde una desgarradura, el grito que emana de una sociedad podrida de indiferencia. Al principio parece ser la voz desesperanzada de una generación decepcionada de sí misma, uno tarda en percatarse de la fe de la que están empapados cada uno de los poemas. Lo verdaderamente pelicular es lo que produce sosiego en los beatnik. Dios esta representado en los objetos de la cotidianidad, el acido, los cigarrillos, las tijeras, las alucinaciones, el jazz y las navajas de afeitar.
La  sociedad de la post guerra era una sociedad que había perdido la fe, había perdido la esperanza en América y en todos los sueños que les habían enseñado a tener  y que ahora de la misma manera los obligaban a perderlos. Los beat recobran la capacidad de creer, dejan de lado el presunto sueño americano para forjarse nuevos ideales. El uso de las drogas es el medio que los hace acercarse a la divinidad.
Se percibe un aliento antinacionalista y cierta fascinación por lo que pueda alejarlos de esa patria que  no representa un territorio sino una sociedad burlada y violentada, el chamanismo de México, algunos paisajes de Europa, el hinduismo y la cultura Zen son influencias importantes para este movimiento.
El lenguaje de este género es un arma potente porque es el inicio de la  libertad. La palabra es el medio por la cual se comienza la apertura de los sentidos. El uso de lenguaje es claro, y con uso de elementos que marcan una ruptura con lo convencional.
La poesía es beat es apta para leerse en el camino, (referencia a on the road de Jack Kerouac)  no creo que lo sea para encontrar  respuestas, sino para generar más dudas y dejarnos sobre la lengua el sonido del ácido al rozarse contra la sábana de los sueños.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Pájaro ciego



Pienso en la niña, pájaro ciego, tomando pastillas al despertar; primero una pastilla rosa para los dolores menstruales, para espasmos provocados por  este fluir viscoso, negro, de esa menstruación eterna, veintinueve días por mes. Luego una pastilla pequeña o una capsula color azul, un antialérgico o mejor dicho, un antihistamínico. Pienso en la niña y en lo que sabe sobre los inhibidores de la histamina, esos medicamentos que ha tomado toda su puta vida, sabe que es mejor tomarse loratadina, ya que no provoca somnolencia, como la clorfenamina, un antihistamínico de primera generación. A veces sigue un antigripal, un antiácido,  siempre un antiespasmódico, y un analgésico para el dolor de dientes, preferentemente un naproxeno, cafiaspirinas, cápsulas de vitamina c, b, d y e, por último un antiemético, para controlar el vómito y las nauseas, síntoma más incómodo de la colitis y también del asco que últimamente siente por la vida.
 Pienso en la niña empastillada, que alguna vez tuvo quince años, robando diazepam del cajón de los abuelos, vomitando en el patio del colegio, vomitando en el carro de su madre. La niña hace una mueca mientras recuerda que su madre nunca se dio cuenta de que iba a la preparatoria puesta hasta el culo de diazepam.
Pienso en la niña vegetariana, desayunando un coctel de frutas con jugo de naranja y café orgánico. Pienso en la niña desayunando un coctel de fármacos, químicos inyectados directo al hígado, la niña colocándose capas de rímel, capas de pintura de uñas, color rojo imperial, rojo dinastía, color azul verano, azul plumbago o verde musgo, sólo un poco de nitrocelulosa acompañada por acetatos y formaldehido. Capas de mascarillas plásticas para controlar el exceso de grasa, un poco de vinil, parabenos y titanio. Capas de crema para evitar arrugas: benzoato, parabenos y demeticona, eso sí, con extracto de semilla de uva al 0.05%. Pienso en la niña bajo capas y capas de pintalabios, capas y capas, capas y capas.
Pienso en la niña comiéndose un helado, mordiéndose la boca hasta  sangrar, pienso en la niña comiéndose una rebanada de pastel de chocolate, escondiéndose en el closet, realizando cortes confusos sobre su piel,  mi niña orgásmica cocinando un poco de soja plástica para cenar, mi niña orgiástica, mi niña hambrienta, desayunando metales pesados al despertar, pienso en la niña, pájaro ciego, pienso en la niña.
 


orquidea psicopata

El gato

La Coordinación de Juventudes Laicas tuvo a bien presentar un programa de citas ante la creciente dificultad de sociabilidad humana y ...