Ejercicio para la Ausencia Tuxtla,
18 de junio 2021
Me leo ahora y no me reconozco,
una vez me seguí
caminando hacia la montaña…
me perdí por un rato,
y creo que aparecí en alguna parte de la Gran Vía,
en la Plaza Cibeles,
o a medio camino de Chupaktic.
Un día el miedo se descolgó definitivamente de mis ojos
y a partir de entonces apenas me reconocí,
desde entonces he sido una cabra loca,
desbocada,
saltando por el monte,
luego fui refugio y sosiego, para mí.
Y hoy, ahora,
ya no necesito de un Jack Keruac,
ni de lo que imaginé sobre su amor compasivo,
de lo que soñé sobre su budismo envolvente.
La vida hoy late fuerte debajo de mis párpados,
porque una noche lancé un río de palomas,
porque bailé desnuda hasta tener los ojos bizcos,
dancé hasta dejar de ver, y hasta caerme.
Y hoy pienso
que releer los versos de esta libretita vieja
es también visitar, transitar, habitar, una montaña
es también subir un monte,
y confirmarme gata, loba, coyote hambriento, y pájaro.
Hay letras en las que ya, apenas me reconozco
pero pareciera que aún puedo oler esas tardes de lluvia
y debajo de mis dedos, ese olor a falta de esperanza, y de fe.
Me alegra estar aquí,
me alegra haberme salido del sendero,
me alegra haberme perdido en este bosque,
me alegra haber enterrado mi sangre debajo de las hojas
¿ocultando mi olor o marcando mi rastro?
me alegra ser quien soy ahora,
y tener mucho más que miedos aquí adentro.
Me alegra haberme dejado ir, a rienda suelta,
rodando cuesta abajo,
suelta por el río.
Aché, hoy soy hija de yemayá,
rompí la fuente contigo,
vengo de la tierra y del agua,
soy lodo, y soy barro,
vengo de mí, vengo de ti, vengo de todo,
vengo, me vengo.
Soy florecita de agua, violetita, nomeolvides.
Muy caminadora, muy de la fluidez,
muy gotita de agua.
Una vez los tambores sonaron
la luz de junio entró por la ventana,
la luz de junio, y sobre mi cabeza una corona,
sobre mi garganta, una flama.
Fui lavada y limpiada.
Aché florecita de agua,
esta noche seré loto.
Recuerdo el camino dorado
lo traigo grabado a fuego, aquí en la memoria,
recuerdo el camino del fango hacia la luz.
Y está bien si hoy apenas me reconozco,
está bien no saber en qué punto me perdí
para encontrarme aquí, hoy, ahora,
tan debajo de la línea
tan sumergida en el lodo
tan siendo parte del lodito sagrado.
Recuerdo el mantra:
“mi cuerpo es tan frágil como una burbuja
sobre el agua”.
Montaña hoy miro hacia ti,
me postro ante tu magnificencia,
escucho cuando me hablas,
te siento crecer bajo mis pies,
siento tu corazón reverdeciendo.
Gracias por dejarme visitar tu torrente sagrado
permíteme ungir a tus hijos, tus hijas,
permíteme acudir al llamado una vez más,
una vez más la loba,
una vez más mamífera,
una vez más la gata.
Una vez más los ojos cerrados,
tapados por las plantas de mis manos.
Una vez más el azul intenso y el verde profundo.
El verde fantástico inundándolo todo,
aquí adentro,
una vez más, adentro, fuera, afuera
siendo parte del todo, siendo un fragmento,
siendo un trocito de amor y de luz,
siendo del color de la montaña.
Gracias.
Orquídea Bezares