¿Por qué la tierra tiene manchas?
Son niños mágicos, sueñan, crecen a través de nuestra sangre. Se alimentan de nuestro llanto ¿puedes verlo? Su tallo absorbe la humedad, aparecen después de las primeras lluvias. Mientras tanto veneramos a Tonantzin, celebramos la vida, reímos como sandías abiertas, nos entregamos al sol como papayas maduras, le entregamos como ofrenda nuestra alegría. Nos purificamos, nos volvemos uno con la niebla y con el río y esperamos la señal de nuestra señora. Hasta que los obliga a emerger de la oscuridad, empujando con manos firmes hacia el abrazo solar. Los conduce cerca de nosotros que los esperamos ávidos.
Ya te he contado la historia de nuestra madre, te he hablado de su benevolencia, nacimos de su costado, somos hombres de maíz. Ella nos protege, nos impide morir. Sólo nosotros conocemos su nombre, sólo nosotros podemos saborearla cuando nuestros pequeños tienen hambre y se llenan la boca de puñados de su sustrato.
Estos hongos son su carne, criaturas traviesas que nacen para ti. Justo cuando los tocan los primeros rayos de luz su aspecto cambia, se coronan de azul, por eso algunos los llaman pájaros.
Cuando crezcas tú también probarás su carne, te nutrirás de ellos, los beberás. Y ahora ven, déjalos ser testigos mudos de su mundo de sombra, cobrarán conciencia de sus cambios poco a poco, como tú. Nunca más los llames manchas, nunca ensucies su sagrado nombre, ya aprenderás a nombrarlos, ya aprenderás a celebrar su nacimiento. Y ahora ven, las nubes están cargadas. Mañana volverás a visitarlos, mientras madurarán en paz, bajo el susurro de los dioses y el canto de las palomas.