Ejercicio etnográfico de una visita a Taxco en Junio 19.
La palabra-tema fue: Verga.
Taxco fue la ciudad prohibida. Taxco fue
una ciudad abierta. Taxco fue una ciudad desnuda. Taxco en realidad no me vio
arder, pero yo llevaba una quemadura. Taxco y sus plazas abiertas, sus
callejones cortos y estrechos. Yo caminaba, deambulaba, caminaba con ellos y
respondía a sus preguntas, sonreía y contaba, cantaba.
Taxco fue testigo, frente al atrio, el
eco se tornó infinito, en la frase aún cabía dolor, “y pues ya, ¡le dije que a
la verga! Pero pues ya se había ido a la verga todo desde antes”.
Toño iba delante, Marla estaba junto a
mí, el eco se tornó infinito cuando en el atrio se oyó “le dije que a la verga”.
Primero hubo un silencio y luego hubo risas escandalosas, pero más tarde al
recordarlo. La plaza, el silencio y mi voz rompiéndolo, casi gritando “se fue a
la verga”. Fue divertido y no.
La imprudencia. El eco; luego vimos un
cajón blanco, muy pequeño, el silencio no fue por la imprudencia ni por la
palabra altisonante en esa boca retocada de color fresa. El silencio acompañaba
la misa de muerto, y el momento en el que estaban sacando el cuerpo al atrio. Y
ahí sí valí verga, aunque no, porque en realidad todo ya había valido verga
desde antes, tiempo atrás.
Taxco fue una ciudad desnuda. El mismo
bar se llamaba Bertha, doña Bertha, bailó Berta, valió verga. Todo ahora parece
una ficción pero en verdad para mí Taxco fue una ciudad abierta.
Toño y Marla en la aventura que inició
en una plaza con fuente de piedra, al puro estilo pueblo mágico. Toño y Marla en
la aventura que aperturó con café oscuro y un delicioso pastel de chocolate
amargo. Toño y Marla, y yo, riéndonos de
puro contento y posando “como si nos gustara el dolortz” junto a unas estatuas
de la procesión del silencio, de esas que se flagelan y que van cargando varas
espinosas de zarzamora.
Y valió todavía más verga porque en
realidad los muertos fueron dos. El segundo cajón también era blanco, era
infinitamente más pequeño, fue en otra iglesia, mientras recorríamos otra plaza
durante nuestro turistour, fue a otra hora, pero hubieron dos muertos niños
casi al mismo tiempo. Taxco y sus iglesias bajadas de los cerros, enclavadas en
el corazón de esas madres latinoamericanas que lloran por sus hijos muertos.
Taxco y su procesión de niños muertos bajando por los desfiladeros mortales y
escarpados, como en las minas de San Luis.
Luego hubo más risas, y bailes, y Baileys
banqueteros, y siempre la misma canción, la canción que canté durante horas,
mientras la mezcla de licor de caña, lechera y refresco me endulzaba la
garganta. Feel the dark, feel the terror, feel the pain. Y cervezas, y four
loko, coca cola y Tonayan.
Taxco no ardía. Taxco no provocó la
quemadura, pero quizá el alcohol terminó de cicatrizarla, quizá fue esa
tormenta de madrugada, o fue la lluvia del día siguiente.
Quizá lo que en realidad me curó fue
la humedad de esa cueva al día siguiente, fue el silencio irrompible en esa
grieta, la obscuridad líquida envolviéndonos en esas Grutas de la Estrella.
Fuera el verdor, la humedad, fuera los troncos caídos, y Marla y yo en una
sesión de fotos interminable, fuera ella y yo, por fin con el corazón seco, mi
corazón cicatrizado tras el diluvio y la tormenta.
Las cosas habían valido verga tiempo
atrás, seguían sólo su curso, el devenir. Valí verga meses atrás y de tantas
formas, recuerdo el vomito sobre la estufa, chorreando como una cascada en esa
casa, recuerdo la vergüenza, la incapacidad para caminar, recuerdo sus manos
llevándome, recuerdo sus manos apretando demasiado mi cuello, recuerdo lagrimas
y que era difícil respirar.
Pero el único recuerdo de veras
importante, era él, era mi abuelo sonriendo, en días alegres. Lo recuerdo leyéndome
el poema de Baudelaire que llevaba en la cartera “El albatros…”, recuerdo la
enfermedad, recuerdo la tristeza y como se pegaba a mí en forma de negrura
cuando pegaba mi cabeza a la suya y podía sentir su dolor, su dolor y el mío
trenzados de forma terrible.
Por eso Taxco fue una ciudad en
llamas, mientras nos reíamos ebrios y nos resbalábamos, y yo pensaba en rodar
en ese empedrado, bajo la lluvia. Por eso Taxco fue una ciudad bajo la lluvia,
que en su fluir de río se llevó cosas, vi una avalancha de objetos, de cajones
blancos, de lágrimas, de restos, de incendios, de desechos, deslizándose por
esas calles empinadas, yéndose, fluyendo hacia ninguna parte.
En Taxco yo ya no era una mujer rota,
pero había valido verga meses antes, tantas veces y de tan distintas formas.
Recuerdo el día, el momento exacto de la combustión, el pecho. El túnel abriéndose
enfrente suyo, la negrura. Su espalda había empezado a lastimarse, porque los
huesos pesan siempre. 1, 2, 3, ¡vamos!, del otro lado. Vi un amor como un
peñasco, grande e inabarcable, en los ojos suyos. Ella y él. Vi una llovizna de
talco inundando el cuarto, vi una llovizna blanca tratando de ocultar nuestros
ojos anegados, tratando de ocultar micro hemorragias, tratando de ocultar que
los huesos pesan siempre… o quizá solo sea la humedad, la lluvia, las lágrimas
que todavía escurren, la negrura, estar ahí y ver sus huesos mientras todo,
todo duele.
Todo valió verga de tan
distintas formas, luego simplemente algo crujió y se rompió y él también, el
chico con ojos de reptil, de esterillas en noches cálidas se fue a la verga ¡a la
verga! Taxco fue una ciudad bajo las llamas en una noche tibia de lluvia
fuerte. Taxco no causó la estridencia ni las voces, Taxco tampoco fue la
escucha… Fueron ellos, mis amigos, como siempre llenándome el corazón y
ayudándome a coserlo, Marla y Toño mientras yo repetía la canción: I can't fake
for God's sake, Why am I
Driving in the wrong lane? Trouble is my middle name
But in the end I'm not too bad…
Driving in the wrong lane? Trouble is my middle name
But in the end I'm not too bad…
¡A la verga! ¡Valió verga! Se
fue a la verga y sin embargo aun respira, un recuerdo tintinea, es brillante y
amorfo, como un fragmento de vidrio azul, de una botella rota, pero caliente.
Deslumbra siempre aquí adentro. ¡A la verga, se fue a la verga, valió verga!
Pero aun vive y quizá bajo las llamas quizá cobre algún sentido. Barranca.
Duelo y muerte, de color rojo. Fascinación. Silencio. Tonatico, verdor y agua,
grutas. ¡A la verga ya duele menos! ¡Y aun respira, y aun vibra, y todavía
goza! Es mi corazón llenándose, como ayer, como hoy, como ahora mismo, de, por,
para, con, mis amigos ausentes, mis amigos comuna, mis amigos ausencia del
durazno. Renacimiento, vidrio roto. Alivio. Tintineo de azúcar. Por eso Taxco
fue una ciudad caliente, por eso Taxco fue un migajón que se desbarataba.