Castrarono anche me quando nacqui,
mi vestirono di rosa,
A lei strapparono la pelle verde per la rossa.
Mi insegnarono a non dirle grazie né mi spiace,
Perché i suoi rami non soffrivano.
Dicono che lei è la vita, ma non sente,
che sono nata per allattare,
che entrambe siamo il nutrimento della vita.
Affermano che i tori non piangono
neppure i cavalli, gli uccelli,
i conigli, gli orsi, i topi…
e quando chiesi
cosa sentono gli insetti
non mi dissero chiedilo alla tua
lingua-farfalla.
Il “razionalmente” umano è così assurdo
da credersi in diritto di dire sugli altri,
Chi sì, chi no, come sente, se non lo fa, e in che misura…
Loro, i padroni della logica
si siedono sotto le nostre ciglia
a sorseggiare il caffè e il miele che si rovescia dalle nostre cosce.
Aspettano, mentre la chiamano scenario o “ambiente”,
e mi chiamano vergine, fertile, pazza, puttana o madre.
Non m’hanno insegnato a dire
neanche del mio corpo-territorio,
come mai potevano spiegare che gli alberi conducono il suono del mondo,
e gridare che nei nostri sogni non siamo cullati da dio, ma sì da loro.
Come mai potevano spiegare che l’ ablazione
e la indifferenza alla sofferenza di altri è uguale e comparabile?
Come riconoscere che la nostra storia
non è che la continuazione della storia di animali e piante.
Come riconoscere che l’altro è te stesso,
io sono l’animale.
Il mio istinto, la rabbia, il desiderio, la paura,
I miei sogni sono quelli suoi.
Non siamo realtà antagoniste.
Cosa proverebbe se dicessi
Che per la prima volta la “luce” non sta dentro la mia ragione,
E neppure da essa emana.
Se questa volta cercassi dirle grazie
Dal mio cuore, dal mio utero.
Nota:
este es un poema bastante viejo, quizá del 2015... cuando fui parte del primer seminario de escritura feminista. La traducción se la agradezco infinitamente a Rosalba Piazza, por haberla hecho, por haber resonado a través de esas palabras, por acompañarnos siempre... no la había subido antes, la traducción es de 2020.
No soy el sustento de la vida
Una reflexión desde el ecofeminismo
A mí también me castraron cuando nací,
me vistieron de rosa,
a ella le arrancaron la piel verde por la roja.
Me enseñaron a no decirle gracias ni lo siento,
porque sus ramas no sufrían.
Dicen que ella es la vida, pero no siente,
que yo nací para amamantar,
que ambas somos el sustento de la vida.
Afirman que los toros no lloran
ni los caballos, ni los pájaros,
los conejos, los osos, las ratas…
y cuando pregunté
¿qué sienten los insectos?
no dijeron, pregúntaselo a tu
lengua- mariposa.
Lo “racionalmente” humano es tan absurdo
que se cree con derecho de decidir sobre los otros,
quién sí, quién no, cómo siente, sino lo hace, en qué medida…
Ellos, los dueños de la lógica,
se sientan bajo nuestras pestañas
a sorber el café y la miel que se derraman por nuestros muslos.
Esperan mientras la nombran escenario o “medio ambiente”,
y a mí me llaman virgen, fértil, loca, madre o puta.
A mí no me enseñaron a decidir
ni siquiera sobre mi cuerpo-territorio,
cómo iban a explicar que los árboles portan el sonido del mundo,
cómo iban a gritar que en este sueño no somos arrullados por dios, sino por ellos.
Cómo iban a mostrar que la ablación
y la indiferencia ante el sufrimiento de otros, es parecida y equiparable.
Cómo reconocer que nuestra historia
es sólo la continuación de la de animales y plantas.
Cómo reconocer que el otro es uno,
el animal soy yo.
Mi instinto, mi rabia, mi deseo, mi miedo,
mis sueños son los mismos que los suyos.
No somos realidades antagónicas.
¿Qué sentiría ella si dijera
que por primera vez la “luz” no está contenida en mi razón,
ni mana de ella?
Si esta vez intentara decir gracias
desde mi corazón, desde mi útero.