Barcos de papel
No puedo dormir, mi cuerpo te reclama. Me cuesta respirar este aire vacío. Me muerdo la boca amoratada por tu ausencia. Mi saliva apretada tiene ansia de ti, ganas de mojar terrones de tu piel hasta que se deshagan bajo mi lengua bífida. Mi cuerpo lucha contra las sábanas. Me hundo en la blanda oscuridad. Me acurruco. Me hallo recostada sobre tu pecho, estoy ahí para llenar ese espacio entre tus brazos. Tu aliento acaricia mi frente en una estampida de palomas. Siento como de tu boca brotan pájaros.
Me cubre el rumor de un mar inmenso. Mi cuerpo se distiende sobre el colchón. El aroma del mar me golpea la nariz. Cierro los ojos, nos observo sobre la cama; tu cuerpo y el mío paralelos, dos líneas rectas. Toco tu mano. Tu mano es el reflejo de una luna de agua, un puente de nardos, una corona de papel. Vistos desde arriba formamos una letra “H”. Hervor. Helado. Hoja. Hierva. Hondonada. Herida. ¿Cuál de estas palabras me pertenece?
La arena me hace cosquillas en los pies. Me encierro en la caracola azul de tu sonrisa. Acaricio tu olor de tamarindo, respiro tu textura de mango. Te busco. Me niego a creer que esta noche es para mí sola.
Te soñé anoche, eras agua que brotaba de mis manos. Mojada en ti. Escurrías por mis dedos. Eras líquido azul, tibieza que se derramaba entre mis piernas.
¿Hace cuánto tiempo te conocí? ¿Hace cuánto llegó a mi puerta ese montoncito de palabras esculpidas en arena húmeda? Me parece que apenas fue ayer cuando tus dedos me rasgaron para hacer brotar destellos de color rosa iridiscente. Ayer mis pezones se volvieron de neón y descubrí que también podía ser faro.
Te descubrí. ¿O fuiste tú el que lo hizo? Te descubrí, y no tuve que cabalgar sobre elefantes, no trafiqué con armas, nadie murió por esa causa, ni siquiera tuve que comprar un televisor o cambiar la frecuencia de mis cepilladas dentales. Me hallé en ti. Yo que me había burlado de la providencia, que había reencarnado para tener una vida de sufrimiento. Yo que había creído en la magnificencia de mis actos.
Recuerdo la primera vez que te vi, ese día el sol estaba en conjunción con Marte. En el mismo segundo en que me acerqué a ti explotaba un planeta en alguna lejana galaxia, un niño seguía el vuelo de una mosca, un hombre había muerto por un disparo otro victima de una erupción. Y yo pude sentir la lava, el aleteo, el impacto y la desfragmentación en mis entrañas.
Fuiste tú quien me besó convertido en víbora, quien maceró mi carne en un perfume de canela y fresa, quien me obligó a empaparme en tu sangre blanca. De tu cuerpo brotó ese licor tan dulce. ¿De dónde proviene la raíz que une tu cuerpo con el mío, de dónde ha brotado tu habilidad de hacer nacer flores y barcos con las manos?
Antes creía que los días podían contarse, que la fuerza de gravedad me impulsaba hacia adelante, que las distancias eran muros insoldables. Ahora que he soñado a esos seres que destruyen planetas al dar un solo paso. Seres, que sueñan con la noche del tiempo. Los he visto derramarse, llorar relámpagos, Vaciar océanos y he aprendido que la vida es un sueño no arrullado por nadie, un murmullo salvaje. A través de ellos he podido mirarme, he visto las hojas sobre mi cabeza, la larga y pesada marcha al transportarlas. He comprendido que al soñar que vuelo amaneceré con pedazos de nube entre las sábanas. Por eso, aunque tus recuerdos tampoco me dejen dormir esta noche pensando en tu sed, en tus caricias, en el olor que guardas debajo de las uñas… voy a construirme un barco de papel, voy a navegar hasta ti, cerrando los ojos y estirando los brazos hasta tocarte.
Pintura: Muchacha en la ventana
Salvador Dalí
Pintura: Muchacha en la ventana
Salvador Dalí