sábado, 16 de enero de 2021

El viento azotaba mi orgasmo

La otra vez venías del cielo, bajando del cielo negro, gris.

Desde donde no solo vienen las libélulas

desde donde no solo vienen los caimanes,

de donde vienen a dejarnos los tulipanes.

Una vez escuché  hablar de heraldos negros

escuché decir que a veces

 la carne,

 

se cierra.

 

 Y es que

yo no te dije adiós en un mar de Coatzacoalcos,

te dije adiós desde esta crisis detonada por la pandemia,

te dije adiós desde una pira incendiaria de hielo negro.

Dije no más, desde las encías mordidas y los dedos ateridos,

mi honey baby

dije no más, quemándome los dedos ateridos,

quemándome los dedos con el frío.

 

La nieve colándose entre los dedos,

la nieve hierviendo dentro del pecho,

la nieve que hierve y burbujea,

y los dedos ateridos,

la piel macerada en frío,

la carne remojada en el ataúd de hielo negro.

La piel amoratada y sin respuestas,

desmadejada detrás de cortinas azules,

pasillos y grillos anuncian  tulipanes,

anuncian el hielo negro,

 los dedos azules, ateridos,

van despidiendo el viento negro,

van diciendo adiós a su camisa de flores

diciendo adiós a su espada flamígera

diciendo adiós a su resplandor de cobre

al brillo oscuro,

 fuego fatuo, dentro de sus ojos

diciendo adiós a ese desgarro azul

te digo adiós con los dedos ateridos.

 

Un deseo corriendo como un vaho,

corriendo detrás del terror helado

detrás de los dedos azules, ateridos.

Los dedos ateridos de frio persiguiendo el hilo negro,

anudados tras ese rumor de vértebras.

El despilfarro,

el animal muerto, la grieta, el vacío

los hijos errantes,

 los hijos perdidos,

los hijos no nacidos.

Y los dedos persiguiendo el vaho,

persiguiendo el hielo negro,

el hielo que se esconde debajo de las uñas.

 

Ahora no recuerdo los estertores,

poco importa el ruido de la asfixia,

el sonido apagado,

ahogando la respiración, ahogando el llanto

ahogando las lágrimas contra la almohada,

ahogando la opresión del pecho.

 

Ahora solo importa que ella me coloco de lado,

limpió mis caderas con plegarias y sándalo

 limpio la orquídea dorada de mi sexo,

y cortó lazos.

 

Hoy , ahora, da igual el ruido,

los ronquidos despertándome por la madrugada,

que hoy ya no son una balada oscura

resbalando lento sobre la piel desnuda.

 

Yo solo sé que fue  una noche comestible,

de aliento de aceituna,

 no olía a anacardos,

olía a vodka y a sardinas en vinagre.

Recuerdo el tintineo de cosas,

cayéndose,

quebrándose.

El viento azotaba mi orgasmo,

azotaba mi cabeza contra la pared

porque yo ya no venía de antes.

Poco importaba  la taxidermia,

o la tristeza del lago

poco importaba la sensación de la piel flotando

en ese oscuro lago lleno de caimanes,

o el sonido perpetuo del agua,

desperdiciándose.

 

La imagen hoy todavía es nítida:

una orquídea dorada y un numero 9

me avisaron que era el momento para decapitarte

soplé con todas mis fuerzas

 descuatizé a la sombra

la arrastre más allá,

cinco cuadras, quince, in the corner,

 tres cuadras a la izquierda y siga delante,

cinco mil millones de átomos

 volando a un agujero negro.

 

En volandas,

vámonos detrás

vamos a quebrar el hielo negro

vamos a erradicar ese animal oscuro,

ahora ya no importa si fue la decapitación,

si la muerte la produjo la angustia,

 o si a la angustia también  la arrastró el agua.

 

La vida se volvió una furia

y era esa una furia comestible,

la furia vino a sacarnos del estancamiento.

Ya no viene a visitarnos el fantasma del autoengaño

esa noche el agua arrastró la hibris y

a su cabeza se la llevó el lodo,

pero no estaba sucia,

era una cabeza arrancada y lanzada a un pozo,

vuelta a salir,

era una cabeza impoluta.

 

Soplé con todas mis fuerzas

 

pujé con todas mis fuerzas como si te fuera a parir

 

soplé como si mi pecho fuera duro,

 y pudiera rebanarse con un láser,

como una geoda.

Tú te desplazaste cinco cuadras a la izquierda, y un millón…

ver la vida como si fuera un espectáculo,

un holocausto zombi;

luego el soundtrack:

 Leo Dan, Ceratti, Sandro, María Callas,

José Luis Rodríguez, el puma.

La vida como una avalancha de decapitaciones.

Él me dijo que me soñó despedazada en partes,

despertó llorando y me dijo

que me soñó destazada en partes,

pensé en las cartas del tarot

y en el arcano sin nombre

manos y pies cortados representando la hojarasca,

la guadaña que propicia el florecimiento.

Yo, silbando al hielo negro,

y acunando cada una de mis partes

 pienso en la frase:

 ¿Cuál de mis yo sobrevivirá

 A cada una de nuestras liberaciones? 

 

Soy,

 viento soplando hierba fresca. 


miércoles, 6 de enero de 2021

Tu cabeza rodó sobre el asfalto


 

Vomité 400 mil veces tu nombre,

una noche parí tu cabeza,

 había lodo.

Tu cabeza cayó al lodo,

sobre el charco,

sobre el colchón de la casa inundada.

Tu cabeza rodó al fango y al lodo,

tu cabeza parida por mí.

El Ganesh de mi pierna se encendió en llamas,

 y corrió,

 el incendio persiguiéndonos, detrás.

Tu cabeza rodó

pero no era una cabeza de elefante,

fuiste una cabeza envuelta en lama,

una cabeza que brilló sobre el asfalto,

como una cáscara de molusco

como una concha deshabitada,

tu cabeza rodó sobre la alfombra.

 


 

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