La otra vez venías del cielo, bajando del cielo negro, gris.
Desde donde no solo vienen las libélulas
desde donde no solo vienen los caimanes,
de donde vienen a dejarnos los tulipanes.
Una vez escuché hablar de heraldos negros
escuché decir que a veces
la carne,
se cierra.
Y es que
yo no te dije adiós en un mar de Coatzacoalcos,
te dije adiós desde esta crisis detonada por la pandemia,
te dije adiós desde una pira incendiaria de hielo negro.
Dije no más, desde las encías mordidas y los dedos ateridos,
mi honey baby
dije no más, quemándome los dedos ateridos,
quemándome los dedos con el frío.
La nieve colándose entre los dedos,
la nieve hierviendo dentro del pecho,
la nieve que hierve y burbujea,
y los dedos ateridos,
la piel macerada en frío,
la carne remojada en el ataúd de hielo negro.
La piel amoratada y sin respuestas,
desmadejada detrás de cortinas azules,
pasillos y grillos anuncian tulipanes,
anuncian el hielo negro,
los dedos azules, ateridos,
van despidiendo el viento negro,
van diciendo adiós a su camisa de flores
diciendo adiós a su espada flamígera
diciendo adiós a su resplandor de cobre
al brillo oscuro,
fuego fatuo, dentro de sus ojos
diciendo adiós a ese desgarro azul
te digo adiós con los dedos ateridos.
Un deseo corriendo como un vaho,
corriendo detrás del terror helado
detrás de los dedos azules, ateridos.
Los dedos ateridos de frio persiguiendo el hilo negro,
anudados tras ese rumor de vértebras.
El despilfarro,
el animal muerto, la grieta, el vacío
los hijos errantes,
los hijos perdidos,
los hijos no nacidos.
Y los dedos persiguiendo el vaho,
persiguiendo el hielo negro,
el hielo que se esconde debajo de las uñas.
Ahora no recuerdo los estertores,
poco importa el ruido de la asfixia,
el sonido apagado,
ahogando la respiración, ahogando el llanto
ahogando las lágrimas contra la almohada,
ahogando la opresión del pecho.
Ahora solo importa que ella me coloco de lado,
limpió mis caderas con plegarias y sándalo
limpio la orquídea dorada de mi sexo,
y cortó lazos.
Hoy , ahora, da igual el ruido,
los ronquidos despertándome por la madrugada,
que hoy ya no son una balada oscura
resbalando lento sobre la piel desnuda.
Yo solo sé que fue una noche comestible,
de aliento de aceituna,
no olía a anacardos,
olía a vodka y a sardinas en vinagre.
Recuerdo el tintineo de cosas,
cayéndose,
quebrándose.
El viento azotaba mi orgasmo,
azotaba mi cabeza contra la pared
porque yo ya no venía de antes.
Poco importaba la taxidermia,
o la tristeza del lago
poco importaba la sensación de la piel flotando
en ese oscuro lago lleno de caimanes,
o el sonido perpetuo del agua,
desperdiciándose.
La imagen hoy todavía es nítida:
una orquídea dorada y un numero 9
me avisaron que era el momento para decapitarte
soplé con todas mis fuerzas
descuatizé a la sombra
la arrastre más allá,
cinco cuadras, quince, in the corner,
tres cuadras a la izquierda y siga delante,
cinco mil millones de átomos
volando a un agujero negro.
En volandas,
vámonos detrás
vamos a quebrar el hielo negro
vamos a erradicar ese animal oscuro,
ahora ya no importa si fue la decapitación,
si la muerte la produjo la angustia,
o si a la angustia también la arrastró el agua.
La vida se volvió una furia
y era esa una furia comestible,
la furia vino a sacarnos del estancamiento.
Ya no viene a visitarnos el fantasma del autoengaño
esa noche el agua arrastró la hibris y
a su cabeza se la llevó el lodo,
pero no estaba sucia,
era una cabeza arrancada y lanzada a un pozo,
vuelta a salir,
era una cabeza impoluta.
Soplé con todas mis fuerzas
pujé con todas mis fuerzas como si te fuera a parir
soplé como si mi pecho fuera duro,
y pudiera rebanarse con un láser,
como una geoda.
Tú te desplazaste cinco cuadras a la izquierda, y un millón…
ver la vida como si fuera un espectáculo,
un holocausto zombi;
luego el soundtrack:
Leo Dan, Ceratti, Sandro, María Callas,
José Luis Rodríguez, el puma.
La vida como una avalancha de decapitaciones.
Él me dijo que me soñó despedazada en partes,
despertó llorando y me dijo
que me soñó destazada en partes,
pensé en las cartas del tarot
y en el arcano sin nombre
manos y pies cortados representando la hojarasca,
la guadaña que propicia el florecimiento.
Yo, silbando al hielo negro,
y acunando cada una de mis partes
pienso en la frase:
¿Cuál de mis yo sobrevivirá
A cada una de nuestras liberaciones?
Soy,
viento soplando hierba fresca.