Oí vos, Chepe, tú te has de acordar de la Mariana. No, no digo la
Mariela, sino la chava que estuvo conmigo hasta la mitad de la carrera; sí, la
Marianita como le decíamos. Hace unos días me pareció encontrarla. Tenés razón,
estaba guapa, media gordita pero con unos ojos grandes.
Tenía la sangre
encendida esa chamaca; te acordás de todos los pleitos que armó en la escuela,
hace unos días me estaba acordando. El primero fue con el profesor Hernández, con
“el Pelonchas” como le decían, la Marianita dijo que primero le había invitado
un café pero ella no quiso, después la invitó a su casa, el tipo de por sí tenía
fama de cochino, de acosador de chavas. Armó el escándalo cuando al final del
semestre la reprobó; si era aplicada la Mariana, siempre estaba con sus ondas
filosóficas nietzscheanas, con su economía marxista. Pero de poco le valió. Vos,
Chepe ¿cuánto sacaste con el Pelonchas? Vé, para más tú soberano sonso, pero
bueno, ese nomás fue el preámbulo.
¿Te acordás la siguiente que montó? se armó en grande
el pleito aquella vez. Dijo que el profesor Jiménez le había ofrecido dinero;
entonces convocó a una asamblea estudiantil, ¿vos fuiste, Chepe? yo tampoco, vos
entonces estabas en quinto, no creo que haya ido ninguno de tu grupo. Creo que
no fue casi nadie, porque no se quedó conforme y al día siguiente prestó el
audio de la escuela y ahí nomás en la plaza cívica, soltó todos los nombres,
salieron a bailar varios doctores y hasta la esposa de aquel profesor alemán, ¿si
te acordás de la doctora Rita?, dijo que ella la había amenazado.
En ese entonces, Marianita estaba en cuarto con
nosotros. Desde que entró a la escuela, anduvo haciendo escándalos, primero
acusó a la academia de estar llena de una bola de misóginos, la neta, tenía
razón en que no había ninguna mujer, bueno la doctora Rita, pero era la esposa
del profesor Manfred. Fuera de ella, nadie, y siempre andaban hablando de las
otras profesoras, de que eran unas viejas locas, unas grillas, unas viejas putas
mal cogidas. Si vos lo oíste, Chepe, si hasta te reías con los chistes del
profesor Jiménez. Siempre estaban con sus chistes, medio pendejos los tíos, pa´
qué decir que no.
A la Mariana la
defendían unas maestras que también decían como ella, que en la academia ya
estaban todos muy seniles. ¿Te acordás que se armó en grande, Chepe?, esa vez hasta
llegaron periodistas. La escuela estuvo cerrada como tres días. El director ya
no sabía dónde meterse. Supuestamente, la Mariana tenía unos audios en donde
probaba que la habían amenazado y que le habían ofrecido dinero, aquí no le
hicieron caso. La bronca se armó cuando, tras mucho oficio, le dieron cita con
el rector y mandaron a hacer la auditoria, la noticia salió en casi todos los periódicos.
Te acordás,
Chepe, que otros maestros la apoyaron, pero nosotros no entendíamos nada, ni sus choros de equidad de género, su lucha
¿por qué?... y ella namás se ponía a hablar de dicotomías, de reivindicaciones,
de formas alternativas de construir relaciones colectivas, de construcciones
diferentes del micropoder, de hacer uso de los espacios públicos. Yo no sé si
nos aburrimos de sus rollos, no sé si nos valió madres como nos vale ahora, si nos cansamos o si nunca nos
interesó. La fuimos dejando sola. Hablaba de ¿igual-quién?, de ¿fraterni-cuál?,
de ¿liberti-dónde?
Después dijeron que varios le habían advertido, que algunos
lo hicieron en buena onda y otros pagados por la academia de profesores. Te
acordás de a cómo decían entonces que se manejaban los chayotes, las maiceadas,
los arroces… Pensó que era fácil, la Mariana, cómo si fueran tortas. Quiso desmantelar
un sistema de corrupción en donde casi todos le habían entrado: directivos,
administradores, maestros y un buen número de alumnos. El resto no sabíamos
nada, nosotros sólo oímos conversaciones en los pasillos ¿verdad, Chepe?, pero si nos hubieran ofrecido, tú y yo también
le habríamos entrado. Estábamos lejos de
su esfera oligárquica, poco les importaban nuestros huesitos a su sistema de
cacicazgo.
Yo sí estaba en la escuela aquella noche, ni siquiera
habíamos salido tarde, si fue a la última hora, pero no salimos a las diez, serían
las nueve y media o antes. Vos sabés que la escuela era oscura, sabés que la
cámara del patio no funcionaba, sabés que a esa hora habíamos muy pocos, una
decena de estudiantes en el patio.
La Mariana se despidió de todos, era una de esas
chavas demasiado amables, demasiado sonrientes, de las que te ven de lejos y aún
así hacen por saludarte. Fue a traer su
bici y yo vi como se le acercaron. Eran dos, llevaban armas, ni siquiera
llevaban capucha, sólo una gorra y ropa oscura.
Todos nos quedamos quietos, paralizados, la neta todo
pasó muy rápido, Yo vi cómo la jalaban, la Mariana primero lloró y pataleó,
después le dijeron algo y se quedó quieta de golpe, como si fuera una marioneta
o como pájaro asustado. Se la llevaron. Yo me quede parado en el patio como
media hora.
Cállate, pinche Chepe, ya sé que vos no estabas aquella
noche, por eso te lo vuelvo a platicar. Dicen que la subieron a una camioneta
sin placas. Yo no lo vi, vos Chepe, yo me quedé parado en donde estaba,
por un buen rato; el rato en que la
policía tardó en venir. Llamaron a declarar a los que tenían más datos, como el
color de la ropa que llevaban o algún detalle sobre la camioneta. Yo te juro
que no vi nada, yo nada más vi que traían armas, yo namás escuché los gritos de
Mariana y eso fue lo último que recuerdo de la noche, luego vino un silencio
largo, como si me hubiera dormido parado, me quedé plantado como un tronco, ahí
mismo, al final del patio.
Mirá vos, Chepe, no te riás si te digo que la vi hace
poco. Ya sé que la buscaron por todos
lados, ya sé que jamás la volvimos a ver cerca de la escuela ni en ningún lado,
ya sé que se armó en grande aquella vez la bronca. Pero se parecía bastante la
chamaca, tal vez era su hermana o su prima.
Fue hace quince días en el mercado. También a ella la
llevaban jalando, iba caminando con una señora. Era una muchacha alta como Mariana,
morena y con los ojos grandes, tenía las pestañas igual de enormes, hasta iba
peinada igualito, con una cola alta y el pelo esponjado y colocho, pero le faltaba
el brillo de los ojos, era una muchacha apagada, la llevaban jalando como si
fuera un pajarito muerto.
No hagás esa cara, Chepe, ya sé que esa noche vos no
estabas. Pero yo sí me sentí culpable, yo sí hubiera querido haber hecho algo
aquella noche, algo, cualquier cosa, menos quedarme en el patio como un tronco. Nomás pensando en que se la
habían llevado como si se hubiera tratado de una paloma, como si se hubiera
tratado de clavarle un alfiler a una mariposa.
Pues sí vos, Chepe, me pareció verla en el
mercado, tal vez era su hermana, tal vez
era nomás la Marianita que se me ha aparecido en sueños algunas noches.
Texto de: Horas de sombra y sal
Proyecto PECDA 2015.
Pintura: Kelly Vivanco
orquidea psicopata