Son las dos de la tarde y el sol pesa sobre mi frente,
quema mis pulmones, las dos de la tarde y tú con ese gesto idiota te levantas y
subes tus pantalones, tal vez para que tus cintura se marque todavía mas,
sonríes y sales apresurada del salón de clases, corres junto con la horda de
estudiantes,
Mariana con tus diecinueve años, tu hija de cuatro y
tu ex marido militar eres la antítesis de lo que yo elegiría para mi vida, ¿Qué
es lo que yo elegiría? Sin embargo me caes bien.
Adriana por qué sales a la carretera corriendo, agitas
los músculos de la cadera, de la cara y
sonríes como una “miss” a cada sardo. La zona militar está cerca de aquí, a veces pienso que por eso escogiste esta
escuela. Pero hoy es un día especial,
hoy no nos quedaremos paradas a la orilla de la carretera agitando los brazos
pidiendo un aventón al centro. Hoy ya está esperándonos tu amigo Antonio, subo
a la camioneta blanca, atrás, lo saludas y le dices que hoy voy a ser su hija,
es mi amiga Marcela dices, Toño apenas me mira, yo lo observo bien, el corte
casi a rape, moreno de pelo hirsuto, ojos aindiados y sonrisa vertical. Me
pregunto qué hago aquí, por qué no te dejo ir sola, correr tras la desgracia.
Pero ya estamos en camino, la curiosidad mató al gano, y yo ardo de ganas de ir
al puti por primera vez, quiero conocer el bar “gatitas” aunque sea de día.
Antonio se estaciona cerca del panteón, bajamos y descubro
un espacio incierto, dónde están las luces, la piel de víbora, el terciopelo
rosa… sólo veo un piso de cemento gris y unas sillas de la chuperior, vamos
hasta la barra, el barman esta acomodando las chelas que acaban de traer, a siete leguas también se
notaría que es gay, nos dice que se lleva bien con todas las muchachas, nos enseña un video de su celular,
una rubia despampanante se arregla el pelo en el baño, luego entra en acción
una morena menudita, se dan un pico y el video termina. Es Deyanira y Betty
dice.
Qué chingados hago aquí me digo, menor de edad en una
casa de citas, sólo falta que nos caiga la tira, sólo falta que nos encierren, eso
nos pasa por venir a una casa de trata
de blancas, por qué dirán de blancas, no habrá morenas, la tal Betty esta
renegra.
Antonio entra al cuarto de las chicas, dice que están
dormidas, no nos va a poder presentar a nadie, nos suelta el rollo de que hay
muchas chicas que viven aquí, que también estudian, nosotros también podríamos
si quisiéramos, todo muy sutil, todo lo dice sin asustarnos, el cantinero
sonríe. Te imagino bajando las
escaleras, y en medio del escenario que ahora si ya descubrí, y ahí esta el
peluche color celeste y la organza que cuelga del techo con estrellitas de
color rosa, nada que ver con esa rubia, tu rostro es tosco, pero quizá esas
caderas de color prieto, y tú agitándolas como siempre. Mariana, por fin dice que
nos tenemos que ir, qué alivio, respiro hondo. Yo aquí me quedo les digo y me
bajo en el centro de prisa, mi mamá ya debe estar encabronada.