Nota introductoria: cuando comencé a escribir este texto en realidad se trataba de un ejercicio de observación de la feria de SCLC. El texto era un trabajo para el taller de redacción de la maestría, pero me salió esto, disculpen los fallos, las erratas.
La feria la visitamos juntos el día miércoles 24 de abril del 2019, la llamada llego el día 25 de abril a la 1: 10 p.m , yo iría un poco más tarde, a comer, a verlo, a platicarle.
La
muerte es al amor lo que el colibrí al pájaro. Porque eros y tanatos, porque
como agua fuego, porque hielo y fuego, porque la luz y el agua, porque los
haces de luz, de agua y fuego, son los fractales del universo.
El día miércoles 24 de abril, fue
miércoles de feria. Yo fui a verle y ese día le pedí que no tuviera miedo; fue
una petición injusta porque en el fondo yo también tenía miedo del devenir de
la crisis, miedo del dolor y de la locura, miedo de romperme, miedo de ahogarme
y de no saber cómo parar y dónde, pero a pesar de todo, ese día ya estaba más
tranquila.
El domingo platiqué con él, me saludo
como siempre, me dijo: -Hola amor, hola preciosa- y luego me dijo que venía de
lejos, lejos, que acababa de llegar, que venía a caballo y que venía con
alguien pero en realidad venía solo –“sólo, solito vine”-, me dijo que acababa
de comerse algo delicioso, “rico, pero bien sabroso estaba”; en realidad
llevaba un par de días diciendo que tenía mucha hambre, pidió algunas cosas de
comer, aunque apenas las probaba. Justo mientras me contaba de donde había
vuelto, le ofrecí un fragmento minúsculo de dulce de leche, que una vecina
que estaba de visita había llevado, quiso probarlo aunque apenas pudo
tragarlo con una jeringuita de suero.
Ese día domingo me tomé el café a su
lado en vez de irme a la cocina, lo escuché y le conté algunas cosas, ni
siquiera recuerdo cuáles. La noticia era algo que en realidad todos
imaginábamos pero hasta el día lunes confirmaron el grado de metástasis,
dijeron que el cáncer ya estaba por todo el cuerpo, dijeron que era cuestión de
poco tiempo.
El martes fue el día más complicado, al
despertarme sentía que temblaba como una hoja, de adentro a afuera, de adentro
a afuera. Por la tarde visité a una amiga y me regalé una tarde- noche
escuchando los mantras que me había pasado y entonces pensé que el ya había emprendido
el viaje, por eso el domingo me hablaba de eso, el caballo, el lugar lejano, de
ir solo pero acompañado. Sentí que la vida me estaba dando un regalo
maravilloso, porque todavía podía acompañarlo al embarcadero y desearle un
lindo viaje. Ya no podía seguir resistiéndome, el universo me había colocado, me
había puesto en mi sitio, un lugar privilegiado de acompañamiento durante su
partida, durante su salida para emprender el viaje último, y entonces respiré y
por fin, me sentí en el lugar correcto.
Por eso el miércoles 24 fui a verlo y me
despedí otra vez, me despedí como todos los últimos días que iba a verle,
agradeciéndole de nuevo, le dije: -gracias por ser mi abuelo, gracias por ser
mi padre, gracias por ser mi amigo, gracias por ser mi maestro, gracias por
haber sido mi norte-, se lo dije y besé su frente, sus manos, le acaricié los
pies, y vi que estaban un poco hinchados. Fue otro regalo acostarme junto a
él y sentirme igual que como cuando era pequeña y veíamos documentales y
películas hasta quedarnos dormidos, me
sentí igual de protegida, de arropada porque este siempre fue mi lugar seguro.
Por eso el miércoles 24 le dije que no
tuviera miedo, que se tomara el tiempo necesario para dejarse ir, para ser
luz, ese día le prometí que iba a estar
bien y que además yo iba a estar ahí para cuidarla, ahí fue cuando abrió los
ojos, me miro un poco incrédulo pero me
sonrió. Sabía lo injusto que era pedirle que no tuviera miedo cuando yo todavía
lo tenía, pero sentí que ahora que me tocaba acompañarle eso era parte de la
despedida en el embarcadero, confiar, confiar en que el viaje sería bueno,
confiar en que llegaría a un lugar seguro, confiar en que la materia no se
crea, pero si acaso el fuego la destruye es solo para generar luz. Confiar en
que lo que ya es fuego, madera y luz, crepita, y se vuelve todavía más
luminoso. Le pedí confiar y me fui a casa, me di un baño, me vestí. Justo antes
de salir recordé que tenía dos velas guardadas en un cajón, dos veladoras
usadas en alguna emergencia de noche sin luz, prendí una y me fui, les alcancé
en la casa.
Me puse ebria con el segundo trago de
cerveza, pero seguí bebiendo como si fuera un néctar, y bailé, y me reí, canté,
brinqué, perreé, disparé a esas botellas como si se tratara de mi tristeza, les disparé
y la tristeza se disipó durante varias horas. El miércoles 24 participé de la ceremonia, de
la subversión del orden, del universo caótico, entrópico, de una eucaristía de
cuerpos saltando, vibrando, esa noche
salimos de ahí, martilleamos las rejas, porque el velador estaba dormido “y afuera
encontramos la ternura de los perros en brama, y a la muerte abrigando sus alas
del acoso de los hombres”, y logramos transmutar los elementos, “el cobre en
oro, el smog en diamantes”, esa noche buscamos más allá del poder de un loco:
“Busquemos más allá del poder de un loco:
en la boca del primer hijo, en la boca del primer hijo.
Y si nada encontramos, descósase el cielo y vénganos,
señor, tu reino con todo y muebles,
vénganos visiones, mentiras, invenciones,
vengan locos al circo de las aburriciones,
que hacen falta ángeles, héroes y una dictadura de niños”
El miércoles 24, fue una noche de
fiesta, de jolgorio, de una eucaristía de cuerpos bailando cholo, y esa noche
participé del goce, porque eros y tanatos, porque hielo y fuego. Estuve pendiente
del celular, me sentía borracha, pero lo presentía, me sentí arropada y feliz, y
sentí que ellos me acompañaron en una barca de felicidad, aunque de repente me
quedé sola en el embarcadero y la tristeza volvió. Lo presentía.
El jueves me desperté de nuevo sin
apetito, pero me preparé un jugo de naranja, y té, bañé a mis gatos porque
después tenía que ponerles una pipeta antipulgas, de cuando en cuando revisaba
el teléfono igual que por la noche, de forma casi obsesiva porque lo presentía.
La llamada llegó a la 1:10 de la tarde, me acababa de bañar porque yo iría a
comer con ellos un poco más tarde, como a las 2. La llamada llegó y jalé un
suéter y salí de prisa a pesar de que lo único que me había dicho mi abuela
antes de colgarme era: -ven con calma, te dejo-. Pensé que aun lo encontraría
consiente, pensé que aun podría leerle el poema que le había hecho, pensé que
podría sacarlo a pasear y traerlo a casa, y presentarle no sólo en fotos a
Luna, mi última gata, pensé que podría disfrutar de sus pláticas como de la
marea, para siempre, pensé que al llegar lo iba a escuchar una vez más decirme:
- Hola amor, hola preciosa- pero lo que me encontré fueron trámites y un montón
de gente, cercana y extraña, movilizando cosas, actas, flores, fotos, urnas, y
la encontré a ella, integra a pesar de sentirse tan rota, y ocupé el lugar que
me correspondía, de contención de ella para darle fuerza, aunque de llanto,
pero de duelo, pero dolor, pero tristeza, pero alegría y agradecimiento por sus
78 años de vida plena, por los 28 que yo disfruté a su lado, por las risas, por
los aprendizaje, por los libros, por las pinturas, por los abrazos. Porque su
casa ha sido mi lugar, porque su corazón ha sido mi lugar de amor, porque me
dio un lugar en el que ahora me sentía necesaria.
En la carroza fuimos mi abuela y yo, y
de nuevo me sentí orgullosa y feliz de poder acompañarle. Yo necesité un padre,
nunca supe si el necesitó de otra hija pero ahora creo que sí, al menos sé que
le di unas alegrías, al menos sé que muchas veces se sintió orgulloso, aunque
sé que también le di varios corajes. Pienso en que a mí sobre todo me enseñó una
cosa, a darme como el mar, a romper el dique, a dar amor hasta romperse, hasta
quebrarse.
Me prometí varias cosas frente a su
ataúd, me prometí cumplir al menos en parte lo que le había pedido: -no tener
miedo- o por lo menos tener menos, disfrutar del viaje, dejar lo que él dejó,
personas amadas a su paso, dejar amor. Estaba en calma, su rostro estaba muy
sereno, hacía días que ya no sentía dolor, la morfina lo adormecía y le
proporcionaba un lugar de ensoñaciones, dentro de las cuales, a pesar de todo,
permaneció lúcido.
El 26 emprendimos el último viaje, nos llevamos un cuerpo, Cuerpos, hay que abolir el tiempo, regresar
a la esfera. Sólo el círculo salva y no hay sino la urdimbre fantasmal de los
regresos y los viajes, las huidas… cuerpos, el tiempo se va pero regresa
siempre, como agua que se estanca entre ladrillos,
nos llevamos un cuerpo y trajimos polvo.
Quizá sea cierto que Shiva
mantiene el equilibrio del mundo, porque su danza es murmullo, en realidad, es
canto y rezo. Son sus movimientos lo que nos mantienen dormidos ¿o despiertos? en
esos pies se sostiene el equilibrio del mundo, la luz se teje en el movimiento de
sus piernas, y el caos se esconde en su deslizamiento, porque la muerte es al
amor lo que el colibrí al pájaro. Porque eros y tanatos, porque como agua fuego…
solo sé que eres luz y en luz te convertirás, sólo sé que somos polvo de estrellas.
imagen tomada de: https://sp.depositphotos.com/9149745/stock-photo-dancing-shiva-statue.html
para saber más consultar: http://shaktianandama.com/2016/05/19/acerca-del-shiva-danzante/