Dicen que México es un lugar peligroso. Los científicos dicen que nuestras piernas no están hechas para caminar. Dicen que Guatemala no existe. Yo solo escucho el ruido, sólo oigo en esta casa de locos. Imagino es aspecto de esa niña. A la madre la conozco, sé que se llama Martha, no es gorda sino más bien hinchada, siempre está ojerosa. Repite dos o tres veces cada una de sus frases: “hasta luego, hasta luego”, como un eco. Su marido se llama Antonio, a él lo veo más a menudo, su sonrisa es retorcida y simiesca, sus ojos extraviados no producen compasión ni miedo. A la niña no la he visto nunca, sólo la oigo a mediodía, a medianoche. Su llanto sobrenatural me recuerda la película cabeza borradora, su llanto no debiera llamarse de esa forma.
Es increíble que un pequeño ser humano pueda emitir esos chillidos. Viven con los cerrojos echados, con las persianas bajadas, sumidos en la absoluta oscuridad, no hablan, parecen no conocer un lenguaje articulado, sólo gritos. Parece que aman la distorsión. ¿De que les sirve construir una fortaleza cuando la bestia vive dentro?
Dicen que si alguien pasa muchos meses sin ver la luz se quedaría ciego, que un bebe moriría sin el calor que le proporciona cogerlo en brazos. Callan, omiten decir que México es el segundo país en producir más energía geotérmica, en aprovechar el calor de nuestra madre, no dicen sexto en potencial solar, no dicen sexto productor de crudo.
Yo sólo oigo deja de llorar, cálmate, te voy a dar una hostia, me voy a llevar a la niña, deja de gritar. Imagino la angustia, la sed, el frío, el miedo de la niña rota y acude también a mi garganta un grito, se queda ahí, acurrucado hasta que se apaga.
Su llanto dura horas pero nadie acude, nadie calma la enfermedad de la niña. Pienso que eso que sale de sus ojos debe llamarse odio, asco o rabia, pero no lágrimas. Dicen que Centroamérica no existe, no dicen segunda barrera de coral. Dicen que México es un lugar peligroso ¿pero no cuentan las enfermedades del alma?