Desnudo eras una bandada de palomas.
Hoy evaluó tu ausencia y pienso en lo que eso me significa…
cuando dijiste: “no tengas nada entre las manos, ni un recuerdo en el alma”,
y es que yo soy radicalmente lo contrario,
traigo las manos tan llenas de lombrices,
traigo las manos manchadas, y las uñas sucias,
tan llenas de costras de lodo, y de deseo,
las manos sucias de tanto enterrar los dedos en la tierra.
Los ojos llenos,
el alma llena, rebosante, des-bor-dan-do-se.
De cuando en cuando el alma se me escurre a chorros,
ríos de mi alma he llorado, y también una que otra tormenta.
Voy aprendiendo a sotenerme,
a sujetar cada una de mis partes.
Decir te extraño es para mí un acto heroico
para el que todavía no me encuentro lista,
o dispuesta, o disponible,
porque todavía corro, y huyo,
y aun así lo he intentado
¿qué es lo que todavía tengo que decirte?
qué es lo que todavía, a veces,
me sobrepasa y me deja temblando.
Y al final, soy esa canción griega, vieja,
que mi amigo “el griego” puso en esa peda,
soy la motita de polvo que alguna vez se fue,
pegada al sol, bajo la puerta,
que tras unas huellas, estalló, evaporándose.
Soy la luz y la magnificencia
soy esta oscuridad que algunas noches me abruma sobre el pecho
esa que salta intenso sobre la cama impidiéndome dormir.
Soy la calma, la paciencia,
soy la bondad infinita,
soy la lluvia escurriéndose,
goteando bajo mis párpados
arriba, en medio, delante y detrás.
Soy sagrada, soy divina
soy la fuerza y la debilidad,
el nudo en la garganta que libero una vez, ahora
cuando grito, y vuelvo a mí.

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