12
de febrero de 2019
Entre Kubissa y Dusell,
algunas reflexiones del diario de una gata-perra
(A proposito de los
garbanzos)
Hace
un tiempo y un momento de fuerte crisis, afortunadamente y gracias a una amiga,
llegó a mi vida el conocimiento sobre la existencia de la “Sertralina” un
antidepresivo inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina (ISRS) que además es barato y de libre venta, y en
su momento fue casi una “varita mágica” que me permitió seguir a flote y
continuar, pese a la fuerte crisis emocional, hormonal y económica en la que me
sentía atascada.
El
resultado fue extraordinario, sentía una felicidad “genuina” como hacía mucho
tiempo no experimentaba, sentí que me permitía tomar “mejores decisiones” pues
lograba tener una especie de “claridad” mental distinta, también experimenté
una concepción distinta de “ mi misma”, como nunca antes la había tenido. El
problema es que me daba muchísimo miedo ser dependiente del medicamento, la
tomé solamente el tiempo recomendable necesario (3 meses) para que los neurotransmisores no se volvieran
“locos” y lograran continuar haciendo sinapsis… (maravillas de la
neuroplasticidad). Luego fui disminuyendo la dosis paulatinamente, y seguí con
otro tipo de terapias alternativas y en ese momento, sobre todo, ocupacionales
(el yoga y el ejercicio me ayudaron mucho, el hoponopono, el sistema Isha…).
A
pesar del efecto casi mágico decidí terminar con el tratamiento porque en
general poco a poco fui disminuyendo mi consumo de medicamentos y tratando de
alejarme de la medicina alópata que sólo identifica los síntomas pero no se
cuestiona acerca de su origen, y así fui poco a poco buscando otras formas de
conectar mi mente, con mi corazón y mi cuerpo.
Es así
que hace un tiempo me enteré de la existencia de las “Flores de Bach”, y de
nuevo gracias a una amiga, pude al fin comenzar el tratamiento. Los resultados
me parecieron impresionantes desde la primera noche de ingesta. La sensación de
felicidad me recordó justamente ese breve periodo en el cual había tomado la
sertralina, pero esta vez la sensación iba aunada a una tranquilidad emocional,
que me permite hoy usar un adjetivo que jamás habría pensado para referirme a
mí: ecuanimidad.
Tranquilidad
en la toma de decisiones, de tránsito, de acción y de espera. Por supuesto,
supongo que el proceso es paulatino y no lineal, pero en general, creo que es
justamente esa palabra la que mejor resume la disminución de mi estado de
ansiedad.
Otras
extrañas “ventajas” que he experimentado son, por definirlo de alguna forma,
una mayor capacidad sensorial en cuanto a mi sentido del olfato y el auditivo.
Y por último, que después de incontables meses en que no lograba recordar
absolutamente nada de mis sueños de la noche anterior, estoy comenzando a
recordarlos. El subconsciente se hace presente y así, tras un laaaargo bloqueo,
siento un mayor impulso creativo, como hace muchos años no sentía.
No
trato de comparar ambas terapias, porque creo que cada una llegó a mi vida en
un momento necesario y me ofreció justamente una alternativa que podía y
necesitaba “ver”. Ambas potentes, y necesarias. Ambas desde la sororidad.
Trabajo pendiente me queda mucho, pero si, aquí sigo, mi lucha es por vivir y por
hacer frente a los terrenos baldíos de la desesperanza. Alternativas hay, aun quedan
muchas y habrá que probarlas, irán llegando cuando deban, siempre en el momento
necesario. Mi lucha es por seguir intentando porque al final, la felicidad y
los orgasmos, son de quienes nos los vamos trabajando.
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