Viajan al hemisferio muerto de mi mente
salen de la agonía de tu voz,
partículas de polvo se abren a su encuentro.
Yace mi olor,
deshecho
en la mortandad de las palabras,
escondidas por
en la brillante locura del cielo.
He recorrido mis piernas durante toda una noche,
mientras el verano dormía a los pies de agosto,
descubrí que pensaba en retratos,
en horas muertas, en joyas perdidas,
en los momentos en los que quisiera ser viento para
saber
qué decir
qué decir
cuando me ahogan los violines de la muerte,
cuando los segundos me roban la inmortalidad.
De mi pelo cuelgan mariposas,
toda, pendo de las lágrimas de un rostro.
En el eterno jardín de las gardenias,
en flores secas me sumerjo
a recargar mis ojos de agua.
En tu sombra estuve reflejándome,
en el vaivén de la espera y de tu olor,
entonces vi que eras larga como calles,
larga como
promesas incumplidas.
Vi que arrastrabas vestidos
durante el acontecimiento de la avenida.
Y las palabras
moribundas,
somnolientas,
jugaban en la promesa de tu sexo.

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